publicado el 31 de mayo de 2012
con agradecimiento a tío Poussin
Érase una vez un par de realidades que viajaban lado a lado hacia el mismo fin inevitable sin reconocer la presencia de la otra.
Una consideraba las criaturas que la habitaba un elemento corrosivo a su prístina existencia. Llevaba milenios enviando plagas, desastres y precipitando guerras entre ellas. Pero por más éxito que tuviese, era incapaz de eliminarlas por completo.
La otra adoraba a los pequeños cráneos que se creían mentes. Le parecía la cosa más cómica de la existencia los muchos inventos que hacían en pos de sus infinitas ambiciones. Lo querían todo, incluyendo las contradicciones y sufrimientos que esto les causaban.
Por más que las realidades se odiasen y evitasen cualquier contacto, esto no siempre les era tan fácil. Sucedió que un día, de improviso, sus hombros se tocaron. El roce duró un instante, una hora, una órbita, un milenio, depende de quién esté midiendo el tiempo.
Vegas no se asustó al ver a un hombre en su cama. Despertar con uno sin recordar cómo había llegado allí era una experiencia familiar, resultado inevitable de sus noches desveladas. Siempre se decía que un día de estos controlaría mejor el vicio, limitaría las malas amistades, y encontraría con quién pasar el resto de sus días. Las palabras siempre se quedaban palabras. No le era fácil ser quien no era.
Tampoco le extrañó que el hombre fuese exáctamente igual a él, mismo recorte, misma nariz, mismo arete, misma vieja cicatriz en el hombro. Tenía incluso ese tatuaje en forma de flor sobre el pezón izquierdo que se hizo hace años como promesa al Santo Padre. Se veía tan divino en su pecho como en de él.
Simultáneamente, pensando lo mismo, los hombres se besaron, colocando una mano sobre la flor del otro. El beso fue seguido de un abrazo. El abrazo preludió la pasión. La pasión consumó un amor que llevaba toda la vida buscándose.
Las realidades, desconcertadas por lo que habían visto, también se besaron, se enamoraron, se hicieron una. Y prosiguió su camino.
Al finalizar el acto Vegas se encontró solo en su apartamento, sintiéndose más completo y seguro de sí.
Este cuento es parte de la colección 'Los Virreinatos de Borikén: Cuentos (2012)+' disponible para el Kindle. Como bono, también se incluye el primer libro de la novela 'Los Virreinatos de Borikén: La valiente aventura de Áureo Gallardo.'