publicado el 6 de octubre de 2012
a Victor Rojas, el guardián de la bahía de Arecibo
Abre el cacharro y derrama un puñado de habichuelas secas sobre el techo. Se arrodilla y con una ojeada estima dieciocho. Meticulosamente las cuenta una a una. Dieciocho. Las recoge y lanza un puñado más grande. Treinta y dos. Vuelve a contar. Treinta y dos. Estira los músculos y corre en su sitio. Hace abdominales, levanta rocas, medita, vuelve a estirarse. No puede dejar que su cuerpo ni su mente flaqueen. Terminado el ejercicio diario corrobora pieza por pieza que su ala delta está en buenas condiciones. Se dirige al telescopio y revisa las condiciones del mar. A tipo de reflejo mete la mano en el mugriento overol y se rasca el muslo. Lleva un dedo al ombligo y lo limpia. El horizonte está tranquilo y sin embarcaciones.
Como todos los miércoles, visita la oficina del puerto para solicitar una copia de los documentos de la semana. Es de suma importancia estar al tanto de las agendas de llegadas y partidas para preparar sus materiales y saber cuándo hará falta. Les empleades la tratan con el usual desinterés y le dicen que no, que son documentos confidenciales. Se retira sin insistir. Sus violentas discusiones con la oficina han resultado en demasiados días en prisión. Días que no pudo estar velando. La última vez que hizo un escándalo público le dijeron que una más y la internaban de por vida. Eso la calmó. Ahora se limita a pedir los papeles con cortesía y sus últimas palabras siempre son un vendré la semana que viene que resuena con la incriminación de que si algo pasa elles lamentarán no haber cooperado con ella.
Esta es la rutina semanal de Jagual, una mujer que vive en la techo de un faro. No le tienen permitido entrar. El edificio es propiedad privada. Allí tiene todo lo que necesita para la semana, comida, agua, una toalla que usa de almohada, un balde para las necesidades, el telescopio de sus días de capitán, y el ala delta sorteada con tablas y tubos inflables que le compró a un inventor ambulante. Pasa sus días resistiendo los empujones del viento, ignorando el sol que le destruye la piel, durmiendo a la intemperie, y mirando el mar con obsesión.
Jagual tiene un propósito: ayudar a las embarcaciones que se hunden. Ha organizado toda su vida alrededor de esta responsabilidad y ha pasado los últimos quince años desempeñándola. Nunca ha salvado a nadie. El faro y la experiencia de les navegantes de la época hacen que navegar sea seguro. Esto no la desmotiva. Está comprometida con su misión. Tan importante es su labor que lo ha abandonado todo para mantenerse en perpetuo estado de vigilancia.
De vez en cuando jóvenes buscando probar su bravura se acercan para cucarla. Si el mar se encuentra seguro Jagual deja lo que hace y desde las alturas, inmóvil, les mira con un arpón en mano hasta que se alejan. Una vez, un joven, al ver que la mujer no respondía a sus burlas, decidió que ella era todo ladridos y comenzó a subir la escalera. Siendo una mujer de cero palabras Jagual vertió el contenido de su balde sobre su cabeza. La noticia se regó por todo el pueblo, el joven evitó contacto social por meses, y nadie más se atrevió a acercársele. Aunque algunes adultes se mostraron preocupades por el riesgo de tener a una mujer como ésa armada. La mayoría decidió que ella no le haría daño a nadie. A quien le pasara algo se lo había buscado.
–Bendito la pobre no tiene la culpa de que esté así –dicen las personas mayores del pueblo–. Cualquiera se enferma con lo que le pasó.
Son les ancianes, en su infinita compasión por les que han sufrido más de lo merecido, quienes cuidan de ella y se aseguran que todos los miércoles suba al faro con lo que necesitará. El resto del pueblo es menos compasivo. La tienen tachada de loca y se burlan de ella a sus espaldas y en su cara. Si al menos tuviera la decencia de pasearse por el pueblo más a menudo gritando incoherencias la apreciarían como la loca del pueblo. Cada pueblo necesita une de eses. Pero ni eso. Sólo la ven una vez a la semana y por apenas una hora. Y siempre llega y se va con los ojos fijos en el suelo, evitando todo contacto y comunicación.
Jagual existe fuera de lo que se comenta de ella y la bondad de les ancianes, su único interés es el mar y las personas que pueden morir en él.
Está mal de la mente, eso no se puede negar. La tragedia que deshizo su cordura se originó en un futuro donde personas sufrirán la pérdida de cientos de vidas. Gente buena que podría haber hecho tanto por el mundo perecerán en un accidente marino. Los llantos harán que las paredes del tiempo crujan y las lágrimas se colarán por entre las grietas. La Historia decidirá que alguien tiene que ser sacrificade para que esas personas puedan vivir. Jagual fue la elegida. Como la mente no se pierde tan fácilmente, fue necesario ahogar a su esposo y su hija. Nadie pudo haber previsto que un hombre que llevaba décadas pescando muriera en una lancha volcada, pero esas cosas pasaban. Lo más triste de todo fue la pérdida de una inteligente niña que estaba a punto de comenzar la universidad. Jagual nunca superó el trauma.
Nadie sabe lo que el tiempo le hizo a esta mujer y su familia. Si es difícil entender cómo el pasado afecta el presente, lo es más cuando es el futuro quien hace el daño. Para efectos prácticos, Jagual simplemente es una desquiciada inofensiva. El pueblo deja que haga lo que quiere y se divierte con sus ocurrencias las raras veces que suceden.
Un día Jagual verá una embarcación en peligro. Con años de práctica saltará del techo del faro y flotará sobre los vientos hasta llegar a les náufragues. Desde las alturas dejará caer tablas de balsa y tubos con tanques de aire comprimido que se inflarán en su caída. Apuntará su ala delta hacia la costa y con una soga amarrada a su cintura se lanzará al mar. El aparato volador llegará a la costa y expulsará tres lanzas que lo anclarán con firmeza. La soga entre Jagual y el ala delta les dará una línea de donde agarrarse y regresar a tierra.
Al ver a todes sanes y salves, Jagual recogerá su equipo y regresará a su posición encima del faro. Algunas personas, tocadas por el valeroso acto e ignorantes de su condición, se acercarán para agradecerle lo hecho y una de ellas intentará llegar al techo para abrazarla. Jagual gritará como si fuera una animal amenazada y le lanzará su arpón, el cual se enterrará a los pies de la bienintencionada. Nadie sabrá si adrede o por buena suerte.
La mujer del faro se volverá cosa de leyendas. Con los años la gente del pueblo nombrará un barrio en su honor y la capital le otorgará medallas que ella nunca recogerá. Siete años más tarde otra embarcación será salvada, haciéndola parte permanente de los libros de historia y una héroe a nivel nacional. Otro barrio recibirá su nombre.
Pero nada de esto sucederá hasta dentro de una década. Entretanto, Jagual continúa aislada en su torre, siempre vigilante, el paso del tiempo destruyendo su mente, haciendo que olvide la vida que tuvo, convirtiéndola en un esperpento, y quitándole lo que le queda de humanidad.
Este cuento es parte de la colección 'Los Virreinatos de Borikén: Cuentos (2012)+' disponible para el Kindle. Como bono, también se incluye el primer libro de la novela 'Los Virreinatos de Borikén: La valiente aventura de Áureo Gallardo.'